Hay que simplemente perder la capacidad de asombro. De hecho, me parece que a estas alturas de Nintendo Wii y hologramas, la tercera ley de Arthur C. Clarke ha perdido enorme vigencia: “Toda tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”. Si hoy me dicen que los carros funcionan con maíz, o que hay una banda musical llamada Tron, integrada por robots, voy a sonreír, quizá con un dejo de sentimiento de maravilla, que se disipa rápidamente e incorporare la nueva información a mi base de datos cerebral sin romper ningún paradigma.
Así que cuando veo que pronto no hará falta ratón para manejar una computadora de manera ágil, no me sorprendo o veo el avance como mágico. Veo el avance como algo que quiero y aún no tengo y empiezo a fantasear en los usos que podría darle…
Estaba leyendo sobre las predisposiciones inconscientes y sobre cómo podemos tener prejuicios que no sabemos que tenemos y me encontré con un estudio muy interesante conducido por varias universidades norteamericanas, entre ellas Harvard, llamado Project Implicit. Esta gente diseñó una aplicación para medir nuestras respuestas a ciertos estímulos y debo decir que los resultados de las pruebas que realicé me parecieron muy interesantes y en un par de ocasiones, muy reveladores acerca de mis propios prejuicios.
Me recordó que en una ocasión, leyendo sobre South Park, que es una de mis series favoritas, me encontré con el concepto "Conservador South Park" o Republicano South Park. El autor de este concepto decía que los niños (no Jimbo) expresaban constantemente valores republicanos al criticar múltiples figuras liberales como George Clooney o Michael Moore, y reivindicar los valores familiares y tradicionales de los pequeños poblados norteamericanos. Por supuesto, en ese momento, cuestioné mis convicciones ya que en mi mente no quería ser conservador, pero muchas veces me encontraba coincidiendo con los valores expresados por los niños en cada capítulo.
En fin, las pruebas o tests de Project Implicit no son infalibles pero pueden ser esclarecedoras para luego de manera consciente, tratar de eliminar los prejuicios que todos tenemos en relación a la edad, el género, el color de piel, la religión, entre otras cosas.
Las discriminaciones son eminentemente culturales. Para mi, este estudio revela la existencia de lagunas entre nuestras mentes y nuestros ideales, y al abrir esa Caja de Pandora de pronto terminamos dándonos cuenta de que en el fondo si queremos comprar Chinese Democracy, si queríamos que Paris Hilton fuese presidente, si nos gustaron más los comerciales de Gates/Seinfeld que los de Apple y quién sabe cuántas otras atrocidades…
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P.D: Como bono, una pequeña aplicación desarrollado por la Universidad de Chicago para medir nuestras respuestas ante una persona armada según el color de su piel. Como está diseñada en Estados Unidos, la tecla “/” en un teclado latinoamericano corresponde a “ç”: http://backhand.uchicago.edu/Center/ShooterEffect
Hay que afrontarlo, la mayor (y ulterior) motivación que tenemos los hombres para trabajar más duro, llegar más alto, correr más rápido, dibujar mejor, aprender un instrumento o inclusive inscribir cierta materia optativa en la universidad, es las mujeres (Bueno, al menos en el caso de los hombres heterosexuales. Para los homosexuales, suponemos que la motivación es los hombres).
La dulce promesa de tener sexo con una chica (específica o genérica) hace que los hombres escribamos capítulos enteros de la historia de la humanidad. De hecho, entre todas las teorías que existen acerca del origen y propósito de Stonehenge, podría apostar a que fue construido con el solo propósito de impresionar a una fémina prehistórica.
La razón de esto, se me ocurre que es esa urgencia evolutiva que tenemos los hombres de deshacernos de la cantidad pantagruélica de espermatozoides que producimos a diario. Nuestro instinto reproductivo es el motor de nuestra creatividad y el impulso de nuestros esfuerzos. Kudos para Darwin.
De hecho, espero que la chica que yo trato de impresionar no vea esas noticias del Lamborghini o del vuelo sobre el Canal de la Mancha, porque no está fácil superar esas hazañas…
Me llama profundamente la atención esa propensión humana a esperar y profetizar sobre el fin del mundo. Aunque mis reflexiones son aleatorias y nada disciplinadas, me gustaría compartirlas para explorar mi propio sentimiento fatalista.
Y es que no importa cuán avanzada esté la sociedad, siempre se crean nuevos mitos apocalípticos. En el mundo antiguo politeísta tenían diferentes versiones del “inminente” final, incluyendo el final cósmico Maya que se dará en el año 2012, batallas vikingas épicasy columnas de fuego que arrasan el planeta. Los cristianos fueron especialmente creativos con las visiones del fin del mundo atestadas de plagas, jinetes. En el medioevo, hubo una cantidad considerable de aspirantes a Nostradamus y lo más impresionante es que aún sus fábulas tienen resonancia en la gente, que ha visto el anticristo de las profecías en Hitler, Saddam, Osama, etc.
Hoy en día, en donde prevalece el escepticismo ante los mitos religiosos y pseudo religiosos, se crean nuevas historias con visos científicos para darle mayor credibilidad: meteoritos que arrasarán la vida tal cual hicieron con los dinosaurios, y en la víspera del año 2000 era el efecto Y2K, y años atrás era una nueva era de hielo. Hoy en día el nuevo coco es el calentamiento global, que toma la forma de glaciación, derretimiento de los polos, saturación de CO2 en el ambiente, destrucción de la capa de ozono y rayos solares mortales para la vida humana. Ya todo el mundo lo da por sentado y yo me pregunto cómo pueden saber esas cosas con tanta certeza si no existe ningún observatorio que pueda predecir con exactitud si la semana que viene lloverá o estará soleado…
Sin embargo, debo confesar que mi ficción científica favorita, por su originalidad, es el de la destrucción del mundo por la “doomsday machine” (léase LHC) y su creación de agujeros negros que se tragarán la tierra desde Suiza.
Vale la pena preguntarse qué extraña obsesión tenemos los humanos con la profetización del final de los días. Porque yo entiendo que la consciencia de nuestra propia muerte nos hace querer trascender, nos impulsa a querer dejar una huella para que nuestro recuerdo se mantenga y de ahí las grandes creaciones artísticas y los monumentos funerarios o las obras heroicas y las grandes hazañas o simplemente el deseo de reproducirse y tener descendencia, de trabajar y dejar un legado. Pero si todo el planeta se extingue: ¿cuál es la gracia? Porque no habría nadie en que nuestra memoria permaneciera viva.
Por eso me pregunto, añorar ese fin del mundo ¿no será simplemente un reflejo de la flojera de trascender?
Porque yo estoy cansado de ver esos Powerpoints que te alientan a hacer cosas hoy por la incertidumbre del mañana. Yo me pregunto genuinamente si la gente después de leer esos correos electrónicos va y hace un salto en bungee o llama a todos sus seres queridos para decirles cuánto los ama o aprende a tocar piano o se escapa del trabajo para disfrutar de un atardecer en el parque.
¿Qué sería lo que realmente haríamos si los días de la humanidad estuviesen contados? Yo digo que la gente tomaría más, probaría más drogas, tendría más sexo desprotegido, desafiaría las leyes, insultaría a sus jefes, comería más azúcares y grasas, gastaría todo si dinero y se endeudaría si es posible… Pero la gente sería sincera, libre y feliz. Sin necesidad de aparentar y sin gastar tiempo y dinero en objetos por su status quo. Las personas harían lo que en verdad disfrutan y no lo que se espera de ellas y las convenciones sociales estarían basadas en la tolerancia, el respeto y el entendimiento en vez de en la hipocresía o en los falsos constructos morales.
Y si fuese así, ¡yo quiero vivir en un mundo con sus días contados y el conocimiento de que ese fin está cerca!
Existen cientos de chistes que involucran conventos, monjas y sexo… Quizás es parte de una fantasía arquetípica colectiva. Sor Presa, Sor Rita, Sor Raimunda, son protagonistas de chistes tontos que bastante nos hicieron reír desde nuestra más tierna (y profana) infancia.
Y sabemos que no sólo los chistes sobre la iglesia nos causan gracia, a veces la realidad también, como fue el caso de la Clericus Cup, o el irremediable parecido entre Ratzinger y el Emperador Palpatine.
Decir que la realidad supera la fantasía puede que sea una exageración, sin embargo, si alguien me dice que pudo predecir lo que viene a continuación, ¡que lance la primera piedra!!!
Antonio Rungi es un cura católico bastante heterodoxo. Este sacerdote, que también es teólogo, es el autor de varias ideas, algo controversiales, para reformar su religión, o adaptarla a los nuevos tiempos. Por ejemplo, tiene una iglesia inflable que monta en las playas italianas para ofrecer servicios de confesión y vender rosarios. Sin embargo, la iniciativa de este vicario que ha desatado mayor polémica fue el intento de hacer Miss Hermana Italia 2008, un concurso de belleza para monjas. En el blog del reverendo Rungi, las candidatas podían mandar fotos y se podía votar en línea, pero lamentablemente ahora sólo hay una carta explicativa (o de disculpas) sobre la propuesta del concurso de belleza. La verdad no entendemos todo, pues está en italiano. Tampoco nos importa.
Lástima que debido a las múltiples protestas de los fanáticos religiosos el concurso se suspendió, porque aunque nunca veo los concursos de belleza, sin duda alguna vería éste. No sé si por una fantasía residual infantil o simplemente para ser testigo del mundo bizantino en que vivimos, pero lo cierto es que de existir un concurso así, ¡el cielo es el límite!
Estoy seguro que la analogía entre las competencias deportivas y las guerras se le ocurrió a un comentarista deportivo de la antigua Grecia. Ya me imagino al narrador, comparando el enfrentamiento entre el maratonista espartano y el maratonista ateniense con una batalla entre ambas ciudades.
Desde ese día, todos los comentaristas deportivos hacen la misma analogía en cualquier disciplina deportiva: fútbol, tenis, boxeo, etc… En muchísimas ocasiones, he escuchado a los comentaristas, después de hacer la comparación, tratar de arreglar la cosa diciendo que el deporte une a las naciones y que son una solución para las verdaderas guerras (palabras más, palabras menos siempre tratan de dar ese mensaje).
Y es que esta reflexión versa sobre dos cosas: los comentaristas por un lado, y las “guerras” olímpicas por otro lado.
En primer lugar, quién entrena a los comentaristas??? Hay algún instituto que se encargue de enseñarle a repetir fórmulas y lugares comunes, y de paso a decir los comentarios mas incoherentes e irrelevantes??? Escucharlos es toda una frustración, sobretodo cuando quieren ilustrar al público sobre geografía con información que sacaron de Wikipedia, pero que realmente no entienden…
En segundo lugar, las Olimpiadas, la Copa del Mundo, el Grand Prix son de verdad una guerra! Los partidos de fútbol entre Argentina e Inglaterra o entre España e Italia son sólo un ejemplo. En Beijing 2008 es evidente como Estados Unidos dejó de antagonizar con Rusia ante su nuevo rival: China.
Es muy enternecedor escuchar voces de esperanza con Fe en la humanidad, pero lo cierto es que a los humanos les encanta la guerra y no pueden vivir sin ella. El deporte es sólo una faceta de la misma. Como tristemente también es una faceta de la guerra los certámenes de belleza, que sirven para sublimar rencores latentes (Colombia vs. Venezuela: Miss Universo)…
Los griegos daban como premios una corona de olivo, una rama de palma o una cinta de lana. Hoy en día se dan medallas. Lo mismo que dan a los soldados por sus hazañas en batalla.
La República Popular China está presente en el día a día de cualquiera de nosotros. La globalización -ese término tan manoseado- ha hecho que sus productos y servicios estén disponibles con cada vez mayor frecuencia e intensidad para el resto del planeta. El país en donde vive el 20% de la población mundial, con cerca de 400 millones de teléfonos celulares y 100 millones de usuarios de Internet (aunque no pueden acceder a sitios como BBC News, Amnesty International o Dalailama.com), sigue siendo desconocido, alienígena… Sus costumbres, su idiosincrasia, su carácter permanece misterioso ante los ojos (redondos) occidentales.
Ellos han tratado de mezclarse con la población del país en donde son inmigrantes (¿difícil de creer?), y como ejemplo podemos decir que la comunidad china de Sudáfrica solicitó a las autoridades que se les considere negros (y lo consiguieron).
En todo caso, teniendo en cuenta que el 70% de los productos pirateados a escala global vienen de China, se hace cada vez más necesario abrir los ojos hacia Oriente… ¿o debería decir entrecerrar los ojos?