Las economías emergentes en el Sistema Internacional

Publicado por primera vez en la revista Cosmos de la Universidad Alejandro de Humboldt

El Sistema Internacional es ese constructo que la escuela inglesa de las relaciones internacionales busca demarcar y conceptualizar como el escenario en donde los Estados actúan para cumplir sus fines. Estos fines se precisan de acuerdo al omnipresente, aunque poco entendido, interés nacional. El escenario lo constituyen esquemas de integración regional, foros multilaterales, regímenes internacionales y organizaciones gubernamentales internacionales. Es decir, todas estas instituciones, conferencias y acuerdos sirven de marco para la política mundial, pero están adaptadas a lo que los Estados necesiten de acuerdo a sus ideas y propósitos como entes representativos de una voluntad nacional[1].
Las economías emergentes, como las define Sosa (2012), comparten rasgos en su estructura productiva, crecen de manera sostenida a un ritmo acelerado y además se presentan como una alternativa de liderazgo en sus respectivas regiones y con proyecciones globales. Este liderazgo también emergente, se materializa en el Sistema Internacional de diversas formas y con diversos resultados para los participantes. El sistema es reflejo de los Estados que lo componen, y las economías emergentes le han dado un vuelco a algunas de las organizaciones de gobernanza internacional. Por esta razón, aunque sería exagerado hablar del establecimiento de un nuevo Sistema Internacional, sí podemos aseverar que se está perfilando una nueva faceta de éste sistema en donde la interdependencia es más profunda y ya no se decanta de manera tan evidente a los tradicionales polos de poder global (Haass, 2008)[i].
El grupo de países conocidos como BRIC, son indudablemente las más representativas de las economías emergentes y su liderazgo regional es patente (O’Neill, 2001)[ii]. Estos países son heterogéneos en cuanto a la conducción de sus políticas exteriores y su influencia en los diversos foros internacionales, pero la relevancia en ascenso de estos actores es palpable. Dentro de sus acciones conjuntas, se encuentra la iniciativa para renovar la capacidad del Fondo Monetario Internacional para dar préstamos en situaciones de crisis financieras, a través del incremento de sus aportes[iii].
Aunque las reuniones de estos países, se enfocan en el sistema financiero internacional y la prevención de crisis económicas, hay otras áreas en donde su creciente influencia es consecuentemente más visible. La detentación de poder de los BRIC se manifiesta de manera cada vez más frecuente en el Sistema Internacional y tiene alcance global en el caso de China y Rusia.
China, es un Estado unificado desde hace más de 2000 años y ha estado a la vanguardia en innovación tecnológica, producción de alimentos, manufactura y en comercio internacional durante toda su historia. El breve lapso de tiempo de su historia, en donde China tuvo menos influencia en su región y en el mundo, se debió a los gigantescos desafíos que enfrentaron los gobiernos de la “República Popular” por afianzarse en el país. Por tanto, sus esfuerzos se concentraron hacia adentro durante gran parte del siglo XX. Sin embargo, una vez que las políticas internas lograron reacomodar su sistema productivo y garantizar un crecimiento acorde con las dimensiones del país, China asumió el rol que le correspondía en el Sistema Internacional de manera más activa[iv].
Esto se evidencia con el cambio de asientos en el Consejo de Seguridad de la ONU, el único órgano de esta institución con capacidad de tomar decisiones vinculantes para sus miembros. Desde la fundación de la ONU en 1945 hasta 1971, La República de China en Taiwán ocupaba un puesto en el Consejo de Seguridad como miembro permanente, junto con Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética. Sin embargo, ya para 1971 la metáfora del elefante en la habitación se quedaba corta y no se podía ignorar a la República Popular de China como actor fundamental en el mundo contemporáneo.  Aún en medio de la guerra fría y aún con el poder de veto, hubo que reconocer que el verdadero dueño de ese asiento en el Consejo de Seguridad no era el gobierno de Taipéi, sino el gobierno de Beijing. Desde ese momento, se concede con aquel cambio entre los miembros permanentes del consejo, el peso de China en el Sistema Internacional, que pasa a formar parte de ese club selecto aunque ya anacrónico de la Comunidad Internacional, que sobre sus hombros lleva el peso de mantener la paz y la seguridad global.
Ahora bien, con excepción de las organizaciones que se derivan del sistema ONU (UNESCO, ONUDI, UNCTAD, etc.), la Organización Mundial del Comercio, la Organización Mundial de la Salud, y algunas otras pocas; China mantiene una posición neutral como miembro observador o miembro asociado en la gran parte de las instituciones internacionales y esquemas regionales de integración. Por esta razón, no tiene voto dentro de las mismas aunque sí participa en las discusiones regularmente. Se evidencia así, que China prefiere fomentar las relaciones y acuerdos bilaterales en lugar de los foros multilaterales en donde la búsqueda de consenso y las decisiones conjuntas pueden ser interpretadas por el gobierno chino como injerencia en los asuntos internos del país (Kent, 2002)[v].
De manera similar tenemos a la Federación Rusa, que detenta un poder considerable en la política mundial por varias razones, incluyendo el hecho de ser el país con el mayor número de ojivas nucleares. Rusia posee también el poder de veto en resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, al ser los herederos del asiento como miembro permanente que perteneció a la URSS hasta su desintegración en 1991. Así que su capacidad nuclear, y su posibilidad de permitir o denegar decisiones vinculantes para la seguridad y la paz internacional lo colocan en una posición de protagonismo en el escenario mundial.
Rusia forma parte de las Conversaciones a Seis Bandas, junto con Estados Unidos, Japón, China, Corea del Sur  y Corea del Norte para encontrar una solución pacífica al problema de la proliferación nuclear de ésta última. Asimismo, forma parte del G8, que agrupa a las economías más desarrolladas del mundo en un foro que define las prioridades en la política mundial para las potencias. Además, forma parte de la Organización Europea para la Seguridad y Cooperación, y del Consejo OTAN-Rusia, por lo que su papel de potencia mundial, lejos de haberse caído junto con el Muro de Berlín, pasó por una transformación al convertirse en aliado de Estados Unidos y Europa en el mundo post guerra fría.
En el plano económico, después de 18 años de conversaciones, Rusia pasa a formar parte de la OMC como miembro pleno y adicionalmente tiene importantes acuerdos que lo vinculan con la Unión Europea, los países ex soviéticos y con la APEC. Igualmente es observador en la Organización de Países Exportadores de Petróleo y en básicamente todas las organizaciones que conforman el nuevo orden económico internacional. En síntesis, Rusia es un actor de primer orden en la política mundial, ya que participa activamente en los foros económicos y de seguridad internacional y su voz y voto tienen mucho peso en las relaciones globales.
En una siguiente categoría tenemos a los otros dos miembros de este grupo de economías emergentes: India y Brasil. Estos dos países tienen una creciente importancia en sus respectivas regiones y con miras a tener un rol preponderante en el mundo (Costa Vaz, 2006)[vi]. Ambos se han convertido, salvando las diferencias, en interlocutores entre el primer mundo y los países en desarrollo. Similarmente, ambos Estados pujan por un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, a través de la tan dilatada reforma y ampliación de ese importante órgano de gobernanza internacional; lo cual los igualaría a los otros dos miembros de la ecuación BRIC.
India tiene una posición de rivalidad frente a China que el resto de los países mencionados no tienen, por varias razones[vii]. En primer lugar por consideraciones geopolíticas, ya que ambos países poseen una esfera de influencia que se solapa hacia el sur y el centro de Asia. En segundo lugar, comparten una frontera de casi 4.000 kilómetros en donde algunas zonas están en disputa y que incluye dos de las regiones más incendiarias de la geografía mundial: Cachemira y Tíbet[viii]. En tercer lugar, por la gigantesca demanda de energía que se deriva de sus inmensas poblaciones y el tamaño de sus economías; necesitan competir por los recursos limitados que se ofrecen en el mercado energético mundial, y que son vitales para mantener el crecimiento de la economía muy por encima del crecimiento demográfico. Aun así, la rivalidad no impide que el comercio bilateral haya alcanzado cerca de 60 millardos de dólares en los últimos años[ix].
Adicionalmente, India es un Estado nuclear, lo que le da un estatus diferenciado en el Sistema Internacional. En especial, porque India maduró su capacidad nuclear bélica al margen del derecho internacional[2], al saltarse la prohibición de desarrollar armas nucleares y negarse a formar parte del Tratado de No Proliferación Nuclear. De hecho, las pruebas nucleares de India en 1974, dieron pie a la creación de la organización internacional Grupo de Suministradores Nucleares. Esta organización se encarga de supervisar el comercio de materiales y tecnologías que puedan ser desviadas del uso civil de energía atómica y usadas en un programa de armas nucleares. Ésta organización levantó severas objeciones al tratado entre Estados Unidos e India de energía nuclear del año 2005 por considerarlo poco preciso. Como consecuencia, India se plegó de manera voluntaria a los principios de la organización y extendió su moratoria a las pruebas nucleares[x].
La India de hoy abandonó su carácter de país no alineado, por una participación activa en los asuntos globales. Sus intereses ya no se limitan al sur de Asia, sino que tienen alcance mundial y comparte iniciativas importantes junto con China en el G20 en áreas como el cambio climático y el comercio internacional. Incidentalmente, India contribuye activamente en el patrullaje del Océano Índico y el Mar Arábigo en la lucha contra la piratería marítima en aguas internacionales.
Brasil, la segunda economía dentro de los BRICs tanto en PIB como en ingreso per cápita, difiere de los otros países en sus estrategias para afianzar el rol de potencia mundial. Sus actuaciones en el Sistema Internacional se caracterizan por la interlocución hemisférica, la promoción de la integración regional, la cooperación Sur-Sur y relaciones equilibradas con Estados Unidos y la Unión Europea. Su liderazgo en América Latina y el Caribe es patente y el único país con capacidad de desafiar esta posición sería México. Sin embargo, la relación entre Brasil y México es cada vez más estrecha en términos de intercambio comercial y sincronización de objetivos políticos[3].
En primer lugar, Brasil no posee ni tiene intenciones de poseer armamento nuclear. Además de formar parte del Tratado de No Proliferación Nuclear, forma parte de OPANAL y el Tratado de Tlatelolco, en donde las naciones latinoamericanas y caribeñas renuncian voluntariamente al uso bélico de la tecnología nuclear. Por ello, Brasil se perfila como potencia de “poder blando”, según los términos de Josep Nye (2003)[4]. Su liderazgo está basado en el rol de defensor de las naciones pobres que ha adoptado Brasil en los diversos foros multilaterales. Adicionalmente ha contribuido con las misiones de mantenimiento de paz y misiones humanitarias de la ONU en países como Haití y Timor Leste[5].
En materia de medio ambiente y desarrollo sostenible, Brasil se ha erigido como líder continental e inclusive global. Esto se hace patente desde la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en 1992, en las tres ediciones del Foro Mundial de Sostenibilidad en Manaos[xi], hasta la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible Rio+20, que se llevó a cabo en Junio de 2012. Además, existe una propuesta de Brasil para América Latina y el Caribe para el uso de energía renovable, llamada Iniciativa Energética Brasileña, que ha tenido gran acogida en la región. Asimismo, el gigante sudamericano ratificó el Protocolo de Kioto en el año 2002, y desde entonces ha mostrado liderazgo mundial en el área a través de Mecanismos de Desarrollo Limpio[6].
En la Organización Mundial del Comercio, se muestra como defensor de los principios de Doha ante las economías más industrializadas. Brasil ha enfatizado en que los países desarrollados tienen la necesidad de hacer concesiones y cumplir los compromisos en materia agrícola que se acordaron en Marrakech en 1994. De igual manera invierte una gran cantidad de capital político en los proyectos de integración regional, a través del Mercosur y tendiendo puentes con la Comunidad Andina, con miras a concretar la integración Sudamericana proyectada en UNASUR[xii].
Lejos de tener una política exterior altruista y comprometida con el bienestar humano, la estrategia de liderazgo de Brasil en Latinoamérica y el mundo, sigue la pauta de naciones como Canadá o los países escandinavos. Estos últimos son Estados con gran influencia en el Sistema Internacional ya que sus acciones de política exterior logran que la comunidad internacional quiera estar de acuerdo con ellos por identificación ideológica. Es lo más cercano que existe a la moral en las relaciones internacionales. Brasil ha sabido asumir el rol con grandes aciertos y de este modo, logra plegar la voluntad de los países latinoamericanos, varios africanos y de otras regiones a los intereses y objetivos de la política exterior brasileña. Por ejemplo, si se reforma el Consejo de Seguridad de la ONU para tener más miembros permanentes con capacidad de veto, lejos de decantarse por México o Argentina para ocupar el asiento que correspondería a la región, Latinoamérica apoyaría de manera contundente a Brasil.
Como corolario, es importante mencionar a Sudáfrica, ya que en la tercera cumbre de estos países realizada en abril de 2011 en China,  éste país se incorporó oficialmente a las reuniones de este heterogéneo grupo de economías emergentes. Aunque Sudáfrica no cuenta con una población comparable con ninguno de los otros cuatro Estados, fue invitado por ellos por su boyante crecimiento económico.
Con una política exterior un poco más regionalizada, Sudáfrica se presenta como el más modesto de los países BRICS en el Sistema Internacional. Debido al aislamiento derivado de sus políticas de apartheid, es a partir de 1994 en donde Sudáfrica reentra en la comunidad internacional. Es readmitido en varias organizaciones tales como la Commonwealth de Naciones, ONU, OIT, OMS, FAO y otras organizaciones del sistema de Naciones Unidas, y se une a diferentes espacios regionales como la Organización para la Unidad Africana (hoy Unión Africana), y la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC). Igualmente es el candidato más idóneo en una posible ampliación del Consejo de Seguridad, a la hora de ocupar un puesto permanente en representación de África[xiii].
En resumen, estos países emergentes conocidos como BRICs (o BRICS, si incluimos a Sudáfrica), representan un liderazgo internacional alternativo al G7, apoyado en su dinamismo económico y el respaldo regional. Se muestran como referencia obligada en los diversos temas de agenda internacional actuales como seguridad y defensa, cambio climático, integración regional, propiedad intelectual y sistema financiero internacional[xiv].




[1] Las corrientes teóricas predominantes en relaciones internacionales, el neorrealismo y el neoliberalismo, coinciden en que el poder de las instituciones internacionales, derivan del poder y la voluntad de los Estados que las conforman. Ver los trabajos de Robert Keohane o de Kenneth Waltz, para mayor información.
[2] En 1974, India llevó a cabo la operación “Smiling Buddha”, en donde se detonó explosivo nuclear de 8 kt. Esta operación fue la primera prueba nuclear realizada por un país que no forma parte de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU.
[3] En mayo de 2010, ambos países se reunieron para profundizar el Acuerdo de Complementación Económica que firmaron en el año 2002, y más tarde en ese mismo año anunciaron la preparación de un Acuerdo Estratégico de Integración Económica. Se puede consultar información adicional en el Sistema de Información de Comercio Exterior (SICE) en el portal web de la OEA.
[4] El “Poder Blando” es un término acuñado por el catedrático de la Universidad de Harvard, Joseph S. Nye en su libro La Paradoja del Poder Norteamericano (2003). Se usa para describir la capacidad de un actor internacional para incidir en las acciones o intereses de otros actores, a través de factores culturales e ideológicos.
[5] Misión Integrada de Naciones Unidas en Timor Leste (UNMIT) y Misión de Estabilización de Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH).
[6] El Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL), definido en el Artículo 12 del Protocolo de Kioto, es uno de los tres mecanismos establecidos en el mismo para facilitar la ejecución de proyectos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) por las Partes que son países en vías de desarrollo en cooperación con países desarrollados.



[i] Haas, Richard N. (2008), “The Age of Nonpolarity”. En: Foreign Affairs. Council of Foreign Relations. Nueva York.
[ii] O’Neill, Jim. (2001), “Building Better Global Economics BRICS”. En: Global Economic Paper Nº66. Goldman Sachs & Co. Consultado en Junio de 2012.  
[iii] BBC. (2012), “Brics nations to increase contribution to IMF resources”. En BBC News Business. COnsultado en Junio de 2012
[iv] OECD. (2012), “China in Focus: Lessons and Challenges”. OECD, Paris.
[v] Kent, Ann. (2002), “China’s International Socialization: The Role of International Organizations”. En: Global Governance. Academic Research Library. Consultado en Junio de 2012
[vi] Costa Vaz, Alcides. (2006), “Intermediate states, regional leadership and security: India, Brazil and South Africa”. Editora UnB, Brasilia.
[vii] Pant, Harsh V. (2011), “China and India: a rivalry takes shape”. En: Foreign Policy Research Institute, E-Notes. Consultado en Junio de 2012.
[viii] The Economist (2010), “India and China. A Himalayan rivalry”. En: The Economist. Londres, Agosto de 2010
[ix] OECD. (2009), ”India’s Trade Integration: Realising the Potential”. OECD Trade Policy Working Paper No. 88. Consultado en Junio de 2012.
[x] BS Reporter. (2009), “US wants India to sign NPT”. En: Business Standard. Consultado en Junio de 2012.
[xi]  PR Newswire. (2012), “Former Prime Minister of France Underscores Brazil's Leadership Role in Environmental Matters”. En: PR Newswire. Consultado el 18 de Junio de 2012.
[xii] Sosa, Alberto J. (2008), “El MERCOSUR político: orígenes, evolución y perspectivas”. AmerSur. Buenos Aires.
[xiii] Deparment of Foreign Affairs (2008), “South African Foregin Policy”. En: South African Government Information -Discussion Document
[xiv] Singh, Rajesh Kumar. (2012), “BRICS flay West over IMF reform, monetary policy”. En: Reuters. Consultado en Junio de 2012.

Actores no tradicionales del sistema internacional y el medio ambiente

Publicado por primera vez en la revista Cosmos de la Universidad Alejandro de Humboldt

Las preocupaciones sociales por el equilibrio ecológico no son preocupaciones recientes. Sin embargo es en esta era de las redes sociales y los medios de comunicación masivos en dónde han dejado de pasar desapercibidas y se han colocado en la palestra del debate político. Además, en el pasado eran discusiones casi exclusivas de la comunidad científica, pero hoy en día se han propagado hacia una porción significativa de la sociedad civil y han forzado al establecimiento de agendas nacionales e inclusive internacionales para tratar el tema del deterioro medioambiental y sus riesgos.
Los Estados han convocado paneles de discusión, cumbres, foros internacionales, convenciones y otros instrumentos de derecho internacional para esclarecer los efectos de las actividades humanas en el medio ambiente. También se han negociado y firmado diversos instrumentos legales para contrarrestar o disminuir los efectos negativos que tengan un impacto visible y significativo en el corto y en el mediano plazo. Se han identificado problemas como la desertificación de los suelos, la contaminación del agua, destrucción de la capa de ozono, extinción de especies animales, deforestación, gestión de desechos y cambio climático entre otros. Se han firmado una multitud de tratados internacionales y convenciones,algunos más célebres que otros, tales como los protocolos de Kioto y Montreal, o la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB), etc.
Los Estados logran objetivos modestos con estos acuerdos. Mucho se habla de la falta de voluntad política y sin embargo, el tema medio ambiental está en la agenda mundial porque la población de algunos países democráticos presiona lo suficiente para que sus políticos se vean obligados a tomar cartas en el asunto. Aun así, estos esfuerzos se hacen vacuos por cuatro motivos: 1) por la magnitud de los problemas medioambientales que enfrenta el mundo, 2) por la minúscula fracción de actores involucrados y trabajando por el cambio en los patrones de producción y consumo de recursos, así como la interacción humana con su ecosistema, 3) Por la aparente inevitabilidad del deterioro ecológico frente al progreso industrial, científico y tecnológico de las sociedades, y 4) Por el desgastado paradigma económico que coloca al medio ambiente en contraposición directa a la maximización de los beneficios y reducción de los costos.
Vale decir que los Estados están materialmente limitados para lograr cambios positivos con respecto a los riesgos medioambientales que se plantean en el globo. Los individuos tienen un rol importante y los académicos aún discuten el alcance de su poder en este escenario o si realmente detentan poder en los términos en que un Estado o una Organización Internacional lo hacen. La sociedad se ha organizado en Organizaciones No Gubernamentales (Greenpeace, World Wildlife Fund) con diferentes grados de éxito para llamar la atención sobre varios de los temas que hemos mencionado. Ahora bien, entre todos estos actores internacionales, es meritorio destacar el rol de uno de los más significativos en la escena mundial por la capacidad que tiene de influir en el comportamiento de otros actores y por la cantidad de recursos que tiene a su disposición: la Empresa Multinacional.
El debate, siempre abierto, sobre el control de las empresas multinacionales fue especialmente dinámico en la década de los setenta de forma que se aprobó el “Código de conducta de la OCDE para las empresas multinacionales” (21 de julio de 1976) en el que se recogían una serie de recomendaciones a los gobiernos y a las empresas multinacionales de cumplimiento voluntario pero que contó con un apoyo generalizado por parte de las empresas. Se recogían dos tipos de recomendaciones: a) De carácter general, dirigidas a la aplicación de una ética voluntaria, y b) De carácter concreto, destinadas a aspectos como información, competencia, financiación, fiscalidad, empleo, relaciones industriales, ciencia y tecnología.
Se ha criticado el carácter voluntario de este instrumento internacional y muchas personas opinan que debería existir un tratado vinculante para regular el comportamiento de las empresas multinacionales. Sin embargo, de acuerdo al ordenamiento jurídico internacional, las compañías privadas (transnacionales o no), no son sujetos de derecho internacional público y por lo tanto los documentos a los que se adscriben no tienen la fuerza legal que tendría un tratado similar para con un Estado.
En todo caso, esto no quiere decir que este tipo de códigos o pactos para las empresas transnacionales no sean efectivos. La Organización de Naciones Unidas lanzó en el año 2000 el Pacto Mundial o UNGC por sus siglas en inglés, como una iniciativa para promover a escala global en las empresas la adopción de políticas sostenibles y socialmente responsables.El Pacto busca que las empresas multinacionales conduzcan sus negocios en sintonía con los principios de la ONU y que colaboren con políticas mundiales tales como la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
El Pacto Mundial establece diez principios a los cuales se acogen las empresas que se pliegan a esta iniciativa y las mismas deben reportar a diferentes agencias de la ONU. Estos principios incluyen asuntos laborales, anti corrupción, de derechos humanos y principios vinculados con el medio ambiente. Las empresas, de esto modo, trabajan en conjunto con la Organización Internacional del Trabajo, la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, entre otros.
Los principios vinculados con el medio ambiente son: a)adoptar métodos preventivos hacia los problemas medioambientales, b) adoptar iniciativas que promuevan la responsabilidad medioambiental, y c) fomentar el desarrollo y la difusión de tecnologías inofensivas con el medio ambiente. Estos principios, algunos piensan que tímidos, son tomados de la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo.
Los éxitos en el apartado medioambiental han sido mixtos. El Pacto Mundial es un instrumento carente de medios para hacer cumplir los principios, y además estos son lo suficientemente vagos y flexibles para que la interpretación de los mismos sea laxa. Es por esto que existen muchas críticas sobre la efectividad y la pertinencia de pacto, que inclusive establece en la declaración de principios, que el Pacto Mundial no reconoce ni certifica que las empresas firmantes cumplan con dichos principios. En vez de esto, promueve el diálogo, los proyectos locales y la adopción de políticas.
Ahora bien, que la ONU no tenga los medios para hacer cumplir el pacto, y que las empresas no sean sujetos de derecho internacional público no quiere decir que las empresas no pueden verse obligadas a adoptar estos principios. Esta adopción “obligatoria” está vinculada con estrategias de mercadeo y con la percepción que la opinión pública nacional e internacional tiene de ellas. Los individuos informados y organizados, con respecto a las empresas, tienen un considerable poder potencial para influir en su comportamiento ya que son consumidores de sus productos y servicios, y su poder de decisión en mercados no monopólicos, afecta directamente el mayor interés de las empresas: las ganancias.
El fenómeno del cambio climático ha logrado que la sociedad civil en el mundo entero este un poco más consciente de su impacto en el medio ambiente y entienda el principio químico básico que acelera el calentamiento global: los gases con efecto invernadero. Las personas en el mundo entero entienden que el consumo de energía tiene como externalidad negativa la emisión de estos gases, especialmente por el uso de combustibles fósiles. De este modo, se comprende que el transporte y la generación electricidad son grandes responsables de este notorio problema medioambiental.
Es por esta razón que las empresas multinacionales vinculadas con el transporte y con la energía han tenido que cumplir, al menos de manera parcial con el principio del Pacto Mundial de fomentar y difundir tecnologías amigables con el medio ambiente. De nuevo, el cumplimiento se da, no por el Pacto Mundial per se, si no por la presión ejercida por los consumidores que desean productos y servicios menos nocivos para el clima. De este modo, las grandes corporaciones del sector automotor han tenido que desarrollar autos híbridos o eléctricos para no poder cuota de mercado, y las empresas de energía han tenido que investigar y desarrollar tecnologías que dependan menos de los combustibles fósiles para poder insertarse mejor en el mercado y/o competir con compañías que generan electricidad a partir de fuentes alternativas de manera exclusiva.
De hecho, bajo el manto del Pacto Mundial, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente estableció una alianza con la empresa multinacional Phillips Lightning B.V., y diversas organizaciones estadales y organizaciones no gubernamentales llamada en.lighten, con el objetivo de promover una transición global hacia la iluminación eficiente. El uso de electricidad para la iluminación, según los datos del PNUMA, representa casi el 20% de la producción total global de electricidad y es responsable de casi un 6% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Con esta iniciativa, se busca reducir estas emisiones a la mitad.
Adicionalmente, se ha instaurado el Pacto Mundial - Programa Ciudades, que fue conformado como un componente del pacto, enfocado en el desarrollo urbano sostenible de las ciudades. El propósito de este programa es mejorar la calidad de vida en las áreas urbanas de todo el mundo y hacer copartícipes a los gobiernos locales en la gestión y vigilancia del cumplimiento de los principios establecidos en el Pacto Mundial por parte de las empresas. La primera ciudad en plegarse al programa fue Melbourne a principios de 2001, y se convirtió en una vía novedosa para lograr resultados significativos vinculados al pacto. A partir de esta experiencia, varias ciudades se han sumado a este programa, tales como Porto Alegre, Ulán Bator, Tswana, San Francisco y Jinan entre otras. Desde el año 2007, este programa ha crecido en importancia como referencia mundial de respuestas acertadas de las ciudades frente al cambio climático, reconocido por ONU-HABITAT.
No obstante, las críticas al Pacto Mundial son contundentes. Muchas organizaciones de la sociedad civil aseguran que sin mecanismos de control efectivos, y medidas vinculantes para las empresas multinacionales, el Pacto Mundial fracasa en hacer que las corporaciones rindan cuentas debidamente. Inclusive, muchos críticos aseguran que el Pacto Mundial ha servido como instrumento de relaciones públicas pero sin capacidad de lograr verdaderos cambios, y que además sirve de excusas para evitar que otros instrumentos internacionales con mayor fuerza vinculante entren en vigencia. Otra de las grandes críticas es que el pacto se ha convertido en la puerta de entrada de las corporaciones transnacionales en el discurso político y el establecimiento de estrategias de la Organización de Naciones Unidas.
En general estas críticas se enfocan en tres aspectos: 1) el pacto no tiene mecanismos para sancionar a las empresas multinacionales que no cumplan con los principios, 2) la participación de una corporación en el pacto no depende de que haya hecho progresos demostrables en ninguno de los ámbitos, y 3) el Pacto Mundial ha admitido a compañías transnacionales de dudosos antecedentes humanitarios y ecológicos, en contraposición con lo requerido en los principios.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, el pronóstico es incierto. Los Estados y las organizaciones internacionales no pueden monitorear efectivamente a las empresas. Los individuos y la sociedad civil tienen un alcance limitado y sólo es efectivo en algunas circunstancias. Tampoco es factible que las empresas se autorregulen para cumplir con los principios medioambientales del Pacto Mundial. Pero la tríada anterior si puede trabajar en sincronía para mitigar el acelerado deterioro ecológico causado por la acción humana. Es decir, que la interdependencia entre individuos, Estados y empresas es la única posibilidad para tener logros verdaderos y sostenidos en el largo plazo.

Los críticos del Pacto Mundial pasan por alto las enormes dificultades y lo improbable de establecer mecanismos diferentes a éste. Es mucho más efectivo trabajar con las herramientas actuales, corregir lo que sea necesario y perseverar en el esfuerzo por cambiar los paradigmas de producción, consumo e interacción con el medio ambiente. Después de todo, no sería la primera vez que cambios paradigmáticos revolucionan las estructuras aparentemente monolíticas de las corporaciones multinacionales. Para dar un ejemplo análogo, podemos decir lograr que las empresas contribuyan genuinamente al desarrollo sostenible en este siglo XXI, será el equivalente a la abolición de la esclavitud del siglo XIX.

El deporte en la resolución de conflictos


Publicado por primera vez en Asociación Civil Rugby Para Todos

Practicar una actividad deportiva es algo natural en la persona y altamente deseable por varias razones fundamentales. Sin un orden específico, podemos mencionar que trae numerosos beneficios para la salud y la calidad de vida de las personas. Además, proporciona entretenimiento y diversión, lo que contribuye también con el bienestar del individuo. La tradición es otro factor que podemos incluir, y su importancia está vinculada con nuestra cultura. Adicionalmente, el deporte constituye un vehículo educativo y proporciona herramientas para la construcción de valores. Todo esto, sin contar el posible rendimiento económico que trae consigo la práctica profesional de algún deporte. Es decir, que el deportista se beneficia a sí mismo y beneficia a la sociedad.
Por supuesto, algunos beneficios son más tangibles en cierto tipo de deportes. La solución de conflictos y la cohesión social se materializan con mayor fuerza gracias a los deportes de equipo. En el mundo, hay numerosos ejemplos de iniciativas privadas y públicas que usan el deporte para disminuir e inclusive solventar tensiones étnicas y crisis sociales. El trabajo en grupo, los objetivos en común, el sentimiento de igualdad ante las circunstancias, los valores conjuntos y la recompensa compartida logran reparar el tejido social. Estos elementos tienen el potencial para construir un futuro mejor dentro de comunidades y territorios en cualquier parte del mundo.
Como ejemplo, podemos mencionar la capacidad que ha tenido el rugby para aliviar conflictos en Costa de Marfil, Nueva Zelanda, y más notablemente en Sudáfrica. En el país oceánico, ha contribuido con la integración efectiva de la población aborigen y con la formación de una identidad nacional sólida que refleja esta integración. En Costa de Marfil, la Federación Marfilense de Rugby en Conjunto con la IRB y la Organización Paz y Deporte ha iniciado una campaña para reintegrar a la sociedad a más de 200 niños marginados por el conflicto interno que sufre el país. La selección neozelandesa con su emblemático “haka” ha logrado establecer indefectiblemente la cultura maorí dentro del canon nacional y así es reconocido mundialmente. En Sudáfrica el impacto ha sido mucho más profundo por la naturaleza del nefasto sistema de apartheid que existió hasta los años 90. Gracias a los esfuerzos de Nelson Mandela y del Capitán de la selección de rugby sudafricana, François Pienaar, se pavimentó el camino a la reconciliación nacional.
La Organización de Naciones Unidas tiene una Oficina del Deporte para el Desarrollo y la Paz (UNOSDP). Esta instancia realiza  conferencias, reportes, relaciones públicas, campañas mediáticas y establece redes para crear conciencia sobre el rol de las actividades físicas, deportes y juegos en la consecución del desarrollo y la paz, incluyendo los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).  Esta oficina ha promovido la creación de centros juveniles en Burundi, en Tayikistán, en la Franja de Gaza, en Haití y en Ucrania, con el propósito de aliviar las tensiones étnicas, fortalecer los derechos de la mujer, promover el desarrollo psico-social, dar oportunidades a los niños discapacitados y brindar oportunidades de crecimiento a los jóvenes en situación de pobreza extrema.
La práctica del deporte tiene la capacidad de fortalecer la formación ética de los individuos y promover la tolerancia dentro de la sociedad. Sin embargo, en ocasiones, cuando somos los espectadores y no los participantes olvidamos los valores fundamentales de la actividad deportiva. El deporte debe unir, no separar. La competencia debe motivar, no generar animadversión. Y además, el disfrute del deporte no tiene necesariamente que estar ligado al lugar de nacimiento o residencia, por lo que invocar razones para validar o invalidar la afición también atenta contra el espíritu deportivo.
El deporte no es una panacea, ni existe sólo una cara de la moneda. Debido a que es un fenómeno cultural, el deporte es un reflejo de la sociedad con todas sus controversias y contradicciones. Puede contener numerosos problemas como la violencia, corrupción, discriminación, hooliganismo, nacionalismo, dopaje y fraude. Para evitar estos aspectos y para desarrollar toda la capacidad positiva en pleno del deporte, debe haber una interacción responsable entre los deportistas, entrenadores, espectadores e instituciones vinculadas.
En síntesis, practicar un deporte va mucho más allá de la recreación o la salud. La interpretación del espectador puede transformar el juego en un campo de batalla, sin embargo los deportistas no son soldados enemigos. Por el contrario, cuando dos equipos se enfrentan, dos equipos progresan y generan beneficios individuales y sociales, que potencialmente pueden generar cambios positivos en la dinámica social. Pero la responsabilidad recae en toda la sociedad, y cada uno de nosotros debe ser garante de que las actividades deportivas sean una herramienta para el desarrollo, la paz y en ocasiones, la resolución de conflictos.

Cuatro años más

Estados Unidos de América tiene una influencia (para bien o para mal), tan vasta en la política mundial e inclusive en la política doméstica de los países, que la elección presidencial es un acontecimiento de marcada relevancia. Vale la pena seguirla y es natural tener preferencias, cuando se entiende las repercusiones que esto tendrá en el planeta. De hecho, decir que no deberíamos interesarnos en los comicios presidenciales norteamericanos, es signo de no entender su alcance en la sociedad mundial.

En mi opinión, es refrescante ver como la mayor parte de las personas que conozco que siguieron el proceso, preferían que Obama ganase las elecciones. Eso demuestra que fuera de Estados Unidos, las personas entienden muy bien lo que está en juego. De hecho, lo entienden mejor que en el norte, en donde el margen de ventaja en el voto popular es milimétrico. Y esta tendencia se repite en la comunidad internacional: es preferible un gobierno Demócrata a uno Republicano.

Calza a la perfección esa máxima que dice que las elecciones no las ganan los Demócratas, sino que las pierden los Republicanos. Porque Obama con todo su carisma y manejo del discurso, con todo y sus buenas intenciones y sus títulos universitarios, con todo y su comprensión de los problemas internos e internacionales, no ha llenado las expectativas de las personas que votaron por él y que esperaban un viraje en la manera de hacer política que tanto daño le ha hecho a los norteamericanos de a pie, al país y a sus instituciones.

Con el Partido Republicano pasa un fenómeno análogo al cuento de “la gallina y el huevo”. Es difícil precisar qué fue primero: la base cristiana fundamentalista de extrema derecha en necesidad de un partido que los represente, o la capitalización (y explotación) por parte del partido de las masas mal informadas y profundamente conservadoras. Es un proceso complejo de entender si no se sigue constantemente las particularidades de la política norteamericana.

Es una dicha para Estados Unidos y para el mundo que haya perdido el Partido Republicano, ya que éste hoy en día se erige como el partido anti-desarrollo social, anti-comercio internacional, anti-avance científico, anti-ecológico, anti-intelectuales, anti-tolerancia religiosa, anti-inmigración, anti-cooperación internacional, anti-derechos humanos, etc. Es inaudito que estos lineamientos tan extremistas dentro del Partido, estén allí debido a que son atractivos para un número ingente de norteamericanos.

El Partido Republicano ha sido además muy eficiente manipulando y engañando a sus votantes, haciendo parecer que el gobierno de Obama es comunista, pro-musulmán y una sarta de sinsentidos. Para un observador externo es difícil creer que la gente de crédito de semejantes patrañas.

De hecho, la gente que entiende de política en los Estados Unidos, sabe que Obama no es realmente el adalid de los Demócratas y que sus discursos liberales no concuerdan con el producto de sus políticas. Este gobierno tiene más en común con el conservadurismo moderado de Reagan que con el liberalismo internacionalista de Roosevelt. Adicionalmente, el votante norteamericano juzga la gestión del presidente por el presupuesto nacional, por el desempeño de la economía e inclusive por el precio del petróleo. En el primer caso, es competencia del Congreso la asignación de presupuesto y el endeudamiento, en el segundo caso el sector privado y los inversionistas tienen una influencia mucho más directa en el comportamiento de la economía que el Ejecutivo Nacional, y en el tercer caso los precios del petróleo se forman de acuerdo a multitud de variables, entre ellas leyes de la oferta y la demanda mundial (manipuladas o no) y factores tan complejos que evidentemente escapan de las manos de este Presidente.

En síntesis, es una suerte que un gran sector de la población norteamericana no comulgue con el extremismo del que se ha hecho eco el Partido Republicano, ya que estos votantes no partidistas son los que definen el resultado electoral. Por lo que se ve, la gente no está satisfecha con Obama, pero rechaza el Estados Unidos obscurantista al que los Republicanos apelan entre sus adeptos fervientes.

La migración y su efecto en la economía

* Artículo publicado el 10 de septiembre de 2012 en el portal chileno de empleos Estamos en contacto
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La migración como hecho social, conlleva dos acciones simultáneas: emigrar, que significa salir del lugar de origen; e inmigrar, que es llegar al lugar de destino y establecerse allí. Esta diferenciación doble, que parece trivial arrastra implicaciones importantes desde varias dimensiones. Desde el punto de vista jurídico, la emigración es un derecho reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sin embargo la inmigración tiene significativas limitaciones, ya que ésta solamente es posible (o legal) si el país receptor está dispuesto a admitir y reconocer al inmigrante.
Asimismo, la dualidad también se presenta desde el punto de vista sociológico. Las personas, por lo general no tienen reparos en que nacionales emigren del país, por las razones que sean; no obstante, también por lo general, las personas tienen objeciones a que extranjeros inmigren a su país. Lo anterior no es una regla absoluta pero es común escuchar argumentos y opiniones que respalden lo anteriormente descrito.
Es posible que esta opinión predominante hacia la migración, se deba a una comprensión intuitiva o empírica de los efectos económicos de la misma, específicamente  en los salarios de los trabajadores en ambos países (emisor y receptor). Entendemos que los inmigrantes están dispuestos a cobrar salarios más bajos que los nacionales y vemos eso como negativo. Aún así es importante explicar las razones para que se de este fenómeno, y además dilucidar si esta opinión generalizada intuitiva y/o empírica está justificada.
Antes de seguir, es bueno aclarar que hay múltiples causas para las migraciones: presiones demográficas, regulaciones jurídicas, vínculos históricos y culturales, respuestas psicológicas ante riesgos de diversas índoles, conflictos bélicos o restricciones políticas, etc. Nuestra explicación sin embargo, se enfocará en las causas económicas y diferencias en el nivel de vida: ingresos, empleo, prestaciones sociales, servicios públicos y otros aspectos vinculados.
En primer lugar tenemos que establecer que las leyes de la oferta y la demanda se aplican al trabajo y a la migración. Hay oferta de migrantes (mano de obra), y hay demanda de migrantes (ídem). La persona que emigra lo hace por voluntad propia, pero es difícil medir específicamente qué factores son determinantes en la oferta de migrantes, y sobre todo qué incentivos hay para que el migrante retorne después de un tiempo. Lo mismo pasa con la demanda de trabajadores, que puede ser afectada por variables tales como el envejecimiento de la población económicamente activa, la necesidad de cubrir ciertos puestos de trabajo que no son aceptados por la población autóctona, la proximidad geográfica o cultural, entre otros.
Ahora bien, entendemos que hay un efecto a corto plazo en los salarios. En el país de destino, los inmigrantes están dispuestos a hacer el mismo trabajo que los nacionales por una remuneración menor. Los empleadores prefieren reducir costos pagando menos salarios, por lo que automáticamente la oferta de mano de obra inmigrante suple a la demanda de puesto de trabajo de bajos costos. Si un trabajador nacional quiere ocupar un puesto de trabajo de este tipo, deberá ajustar su expectativa de salario a lo que un inmigrante está dispuesto a recibir y esto se convierte en el nuevo estándar. Por lo tanto, la inmigración tiene como efecto la reducción del promedio de los salarios recibidos por ciertos tipos de trabajos.
En la nación de origen pasa lo contrario. La escasez de cierto tipo de trabajadores, hace que la demanda supere a la oferta de trabajo, por lo que la remuneración será mayor al promedio. Si la remuneración no aumenta, habrá más presión para emigrar y por ende habrá más escasez de trabajadores. En el mediano o largo plazo, cuando el promedio de los salarios del país de origen ha subido significativamente, habrá un incentivo económico para que el emigrante regrese a su país pues tendrá mejores condiciones laborales que las que había en el momento que emigró.
Pero los efectos en el país de destino no tienen por qué reducirse a lo que explicamos antes. Sobre todo, si existe una red de acogida e incorporación del inmigrante a la vida productiva del país. Los inmigrantes integrados pueden abrir nuevos negocios y contribuir a crear riqueza. Pueden promover el turismo interno, al recomendar a sus familiares  amistades que visiten y conozcan el país de destino. Si forman parte de la economía regular, contribuirán con sus aportes (cotizaciones en el seguro social o pago de impuestos) a sostener el gasto público, y además, pueden contribuir con el rejuvenecimiento y la explosión demográfica de la población económicamente activa.
En síntesis, la migración tiene grandes externalidades positivas a mediano y a largo plazo tanto para el país origen como para el país destino, siempre y cuando el país que albergue a los inmigrantes tenga las políticas y legislación adecuada para la admisión de los extranjeros dentro de su sistema productivo.

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