A pesar del inmutable trasfondo político del terrorismo, la religión ha servido de justificación e inspiración constante para actos de la más abyecta violencia. Y aunque ninguna religión está libre de fundamentalistas psicópatas que se creen dueños de la interpretación de los designios de su dios, la mayor parte de las personas que profesan una religión, son personas pacíficas que rechazan este tipo de violencia y que están en desacuerdo con los métodos de aquellos extremistas que matan en nombre de un dios (Yahvé, Jesús, Alá, Siva, Shoko Asahara, Ik Onkar, etc.) para conseguir sus fines políticos.
El problema con el Islam es un asunto político. Es decir, la religión como tal comparte muchas semejanzas con las otras fes abrahámicas; la diferencia está en que en los países islámicos no ha habido una desvinculación del poder sagrado con el poder político. Muchos alegan que el conflicto surge de la religión islámica en sí: que el Corán está lleno de violencia y llamados de odio. Pero esta afirmación bien podría hacerse de la Torá o la Biblia si es interpretada de manera literal. El caso es que en gran parte del mundo cristiano, la Biblia no es interpretada literalmente, y además desde que Lutero estableció la Doctrina de los Dos Reinos se marcó el comienzo de la concepción moderna de la separación entre Iglesia y Estado.
Esa separación entre Iglesia y Estado es la que posibilitó desarrollar sus ideas y teorías a intelectuales y políticos como Locke, Voltaire, Hegel, Auguste Comte, Schopenhauer, Popper, Thomas Paine, James Madison, Thomas Jefferson y otros, que impulsaron y dieron forma al humanismo y a la ética secular que está presente en occidente desde el siglo XVIII. Y aunque es importante recalcar que no por ello occidente se ha librado del poder político de las iglesias o inclusive de entusiastas del Estado teócrata, la sociedad en términos generales considera legítima esta separación de las instituciones religiosas de los asuntos “terrenales” de la política.
El caso más cercano que podemos encontrar en los países islámicos de una secularización de la política, está en Turquía y sin embargo todavía las instituciones religiosas influyen (y controlan) extensamente la política de este país. De resto, el fuerte control que tienen los líderes religiosos sobre las instituciones políticas de los países islámicos hace imposible que pueda surgir un Voltaire musulmán, o que al menos su voz pueda ser escuchada o sus palabras leídas sin censura y con amplia difusión.
Al Islam le hace falta un proceso análogo a la Ilustración europea, para que millones de musulmanes no tengan que sufrir por dictadores y reyes que aseguran tener mandato divino. Para que la violencia doméstica no sea justificada por el Corán. Para que las personas tengan la oportunidad de disentir o cambiar de religión sin que eso suponga pena de muerte. Para que las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres. Para que la vida sexual de las personas, sea un asunto privado y no sea motivo de cárcel o lapidación. Para deslegitimar y restarle fuerzas a las organizaciones terroristas que usan el Corán para convencer a jóvenes que den su vida y además maten a otros por una causa política.
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