El hombre ha logrado cosas asombrosas a lo largo de la historia. La mujer también, pero no voy a analizar eso en este artículo.
Desde el hombre que construyó su propio Lamborghini Countach con sus manos, el hombre que decidió volar sobre el Canal de la Mancha con alas mecánicas, hasta la Novena Sinfonía y las grandes obras arquitectónicas como La Sagrada Familia fueron realizadas por hombres que de seguro sólo tenían una cosa en su cabeza: ¡impresionar a una chica!!
Hay que afrontarlo, la mayor (y ulterior) motivación que tenemos los hombres para trabajar más duro, llegar más alto, correr más rápido, dibujar mejor, aprender un instrumento o inclusive inscribir cierta materia optativa en la universidad, es las mujeres (Bueno, al menos en el caso de los hombres heterosexuales. Para los homosexuales, suponemos que la motivación es los hombres).
La dulce promesa de tener sexo con una chica (específica o genérica) hace que los hombres escribamos capítulos enteros de la historia de la humanidad. De hecho, entre todas las teorías que existen acerca del origen y propósito de Stonehenge, podría apostar a que fue construido con el solo propósito de impresionar a una fémina prehistórica.
La razón de esto, se me ocurre que es esa urgencia evolutiva que tenemos los hombres de deshacernos de la cantidad pantagruélica de espermatozoides que producimos a diario. Nuestro instinto reproductivo es el motor de nuestra creatividad y el impulso de nuestros esfuerzos. Kudos para Darwin.
De hecho, espero que la chica que yo trato de impresionar no vea esas noticias del Lamborghini o del vuelo sobre el Canal de la Mancha, porque no está fácil superar esas hazañas…