Actores no tradicionales del sistema internacional y el medio ambiente

Publicado por primera vez en la revista Cosmos de la Universidad Alejandro de Humboldt

Las preocupaciones sociales por el equilibrio ecológico no son preocupaciones recientes. Sin embargo es en esta era de las redes sociales y los medios de comunicación masivos en dónde han dejado de pasar desapercibidas y se han colocado en la palestra del debate político. Además, en el pasado eran discusiones casi exclusivas de la comunidad científica, pero hoy en día se han propagado hacia una porción significativa de la sociedad civil y han forzado al establecimiento de agendas nacionales e inclusive internacionales para tratar el tema del deterioro medioambiental y sus riesgos.
Los Estados han convocado paneles de discusión, cumbres, foros internacionales, convenciones y otros instrumentos de derecho internacional para esclarecer los efectos de las actividades humanas en el medio ambiente. También se han negociado y firmado diversos instrumentos legales para contrarrestar o disminuir los efectos negativos que tengan un impacto visible y significativo en el corto y en el mediano plazo. Se han identificado problemas como la desertificación de los suelos, la contaminación del agua, destrucción de la capa de ozono, extinción de especies animales, deforestación, gestión de desechos y cambio climático entre otros. Se han firmado una multitud de tratados internacionales y convenciones,algunos más célebres que otros, tales como los protocolos de Kioto y Montreal, o la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB), etc.
Los Estados logran objetivos modestos con estos acuerdos. Mucho se habla de la falta de voluntad política y sin embargo, el tema medio ambiental está en la agenda mundial porque la población de algunos países democráticos presiona lo suficiente para que sus políticos se vean obligados a tomar cartas en el asunto. Aun así, estos esfuerzos se hacen vacuos por cuatro motivos: 1) por la magnitud de los problemas medioambientales que enfrenta el mundo, 2) por la minúscula fracción de actores involucrados y trabajando por el cambio en los patrones de producción y consumo de recursos, así como la interacción humana con su ecosistema, 3) Por la aparente inevitabilidad del deterioro ecológico frente al progreso industrial, científico y tecnológico de las sociedades, y 4) Por el desgastado paradigma económico que coloca al medio ambiente en contraposición directa a la maximización de los beneficios y reducción de los costos.
Vale decir que los Estados están materialmente limitados para lograr cambios positivos con respecto a los riesgos medioambientales que se plantean en el globo. Los individuos tienen un rol importante y los académicos aún discuten el alcance de su poder en este escenario o si realmente detentan poder en los términos en que un Estado o una Organización Internacional lo hacen. La sociedad se ha organizado en Organizaciones No Gubernamentales (Greenpeace, World Wildlife Fund) con diferentes grados de éxito para llamar la atención sobre varios de los temas que hemos mencionado. Ahora bien, entre todos estos actores internacionales, es meritorio destacar el rol de uno de los más significativos en la escena mundial por la capacidad que tiene de influir en el comportamiento de otros actores y por la cantidad de recursos que tiene a su disposición: la Empresa Multinacional.
El debate, siempre abierto, sobre el control de las empresas multinacionales fue especialmente dinámico en la década de los setenta de forma que se aprobó el “Código de conducta de la OCDE para las empresas multinacionales” (21 de julio de 1976) en el que se recogían una serie de recomendaciones a los gobiernos y a las empresas multinacionales de cumplimiento voluntario pero que contó con un apoyo generalizado por parte de las empresas. Se recogían dos tipos de recomendaciones: a) De carácter general, dirigidas a la aplicación de una ética voluntaria, y b) De carácter concreto, destinadas a aspectos como información, competencia, financiación, fiscalidad, empleo, relaciones industriales, ciencia y tecnología.
Se ha criticado el carácter voluntario de este instrumento internacional y muchas personas opinan que debería existir un tratado vinculante para regular el comportamiento de las empresas multinacionales. Sin embargo, de acuerdo al ordenamiento jurídico internacional, las compañías privadas (transnacionales o no), no son sujetos de derecho internacional público y por lo tanto los documentos a los que se adscriben no tienen la fuerza legal que tendría un tratado similar para con un Estado.
En todo caso, esto no quiere decir que este tipo de códigos o pactos para las empresas transnacionales no sean efectivos. La Organización de Naciones Unidas lanzó en el año 2000 el Pacto Mundial o UNGC por sus siglas en inglés, como una iniciativa para promover a escala global en las empresas la adopción de políticas sostenibles y socialmente responsables.El Pacto busca que las empresas multinacionales conduzcan sus negocios en sintonía con los principios de la ONU y que colaboren con políticas mundiales tales como la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
El Pacto Mundial establece diez principios a los cuales se acogen las empresas que se pliegan a esta iniciativa y las mismas deben reportar a diferentes agencias de la ONU. Estos principios incluyen asuntos laborales, anti corrupción, de derechos humanos y principios vinculados con el medio ambiente. Las empresas, de esto modo, trabajan en conjunto con la Organización Internacional del Trabajo, la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, entre otros.
Los principios vinculados con el medio ambiente son: a)adoptar métodos preventivos hacia los problemas medioambientales, b) adoptar iniciativas que promuevan la responsabilidad medioambiental, y c) fomentar el desarrollo y la difusión de tecnologías inofensivas con el medio ambiente. Estos principios, algunos piensan que tímidos, son tomados de la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo.
Los éxitos en el apartado medioambiental han sido mixtos. El Pacto Mundial es un instrumento carente de medios para hacer cumplir los principios, y además estos son lo suficientemente vagos y flexibles para que la interpretación de los mismos sea laxa. Es por esto que existen muchas críticas sobre la efectividad y la pertinencia de pacto, que inclusive establece en la declaración de principios, que el Pacto Mundial no reconoce ni certifica que las empresas firmantes cumplan con dichos principios. En vez de esto, promueve el diálogo, los proyectos locales y la adopción de políticas.
Ahora bien, que la ONU no tenga los medios para hacer cumplir el pacto, y que las empresas no sean sujetos de derecho internacional público no quiere decir que las empresas no pueden verse obligadas a adoptar estos principios. Esta adopción “obligatoria” está vinculada con estrategias de mercadeo y con la percepción que la opinión pública nacional e internacional tiene de ellas. Los individuos informados y organizados, con respecto a las empresas, tienen un considerable poder potencial para influir en su comportamiento ya que son consumidores de sus productos y servicios, y su poder de decisión en mercados no monopólicos, afecta directamente el mayor interés de las empresas: las ganancias.
El fenómeno del cambio climático ha logrado que la sociedad civil en el mundo entero este un poco más consciente de su impacto en el medio ambiente y entienda el principio químico básico que acelera el calentamiento global: los gases con efecto invernadero. Las personas en el mundo entero entienden que el consumo de energía tiene como externalidad negativa la emisión de estos gases, especialmente por el uso de combustibles fósiles. De este modo, se comprende que el transporte y la generación electricidad son grandes responsables de este notorio problema medioambiental.
Es por esta razón que las empresas multinacionales vinculadas con el transporte y con la energía han tenido que cumplir, al menos de manera parcial con el principio del Pacto Mundial de fomentar y difundir tecnologías amigables con el medio ambiente. De nuevo, el cumplimiento se da, no por el Pacto Mundial per se, si no por la presión ejercida por los consumidores que desean productos y servicios menos nocivos para el clima. De este modo, las grandes corporaciones del sector automotor han tenido que desarrollar autos híbridos o eléctricos para no poder cuota de mercado, y las empresas de energía han tenido que investigar y desarrollar tecnologías que dependan menos de los combustibles fósiles para poder insertarse mejor en el mercado y/o competir con compañías que generan electricidad a partir de fuentes alternativas de manera exclusiva.
De hecho, bajo el manto del Pacto Mundial, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente estableció una alianza con la empresa multinacional Phillips Lightning B.V., y diversas organizaciones estadales y organizaciones no gubernamentales llamada en.lighten, con el objetivo de promover una transición global hacia la iluminación eficiente. El uso de electricidad para la iluminación, según los datos del PNUMA, representa casi el 20% de la producción total global de electricidad y es responsable de casi un 6% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Con esta iniciativa, se busca reducir estas emisiones a la mitad.
Adicionalmente, se ha instaurado el Pacto Mundial - Programa Ciudades, que fue conformado como un componente del pacto, enfocado en el desarrollo urbano sostenible de las ciudades. El propósito de este programa es mejorar la calidad de vida en las áreas urbanas de todo el mundo y hacer copartícipes a los gobiernos locales en la gestión y vigilancia del cumplimiento de los principios establecidos en el Pacto Mundial por parte de las empresas. La primera ciudad en plegarse al programa fue Melbourne a principios de 2001, y se convirtió en una vía novedosa para lograr resultados significativos vinculados al pacto. A partir de esta experiencia, varias ciudades se han sumado a este programa, tales como Porto Alegre, Ulán Bator, Tswana, San Francisco y Jinan entre otras. Desde el año 2007, este programa ha crecido en importancia como referencia mundial de respuestas acertadas de las ciudades frente al cambio climático, reconocido por ONU-HABITAT.
No obstante, las críticas al Pacto Mundial son contundentes. Muchas organizaciones de la sociedad civil aseguran que sin mecanismos de control efectivos, y medidas vinculantes para las empresas multinacionales, el Pacto Mundial fracasa en hacer que las corporaciones rindan cuentas debidamente. Inclusive, muchos críticos aseguran que el Pacto Mundial ha servido como instrumento de relaciones públicas pero sin capacidad de lograr verdaderos cambios, y que además sirve de excusas para evitar que otros instrumentos internacionales con mayor fuerza vinculante entren en vigencia. Otra de las grandes críticas es que el pacto se ha convertido en la puerta de entrada de las corporaciones transnacionales en el discurso político y el establecimiento de estrategias de la Organización de Naciones Unidas.
En general estas críticas se enfocan en tres aspectos: 1) el pacto no tiene mecanismos para sancionar a las empresas multinacionales que no cumplan con los principios, 2) la participación de una corporación en el pacto no depende de que haya hecho progresos demostrables en ninguno de los ámbitos, y 3) el Pacto Mundial ha admitido a compañías transnacionales de dudosos antecedentes humanitarios y ecológicos, en contraposición con lo requerido en los principios.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, el pronóstico es incierto. Los Estados y las organizaciones internacionales no pueden monitorear efectivamente a las empresas. Los individuos y la sociedad civil tienen un alcance limitado y sólo es efectivo en algunas circunstancias. Tampoco es factible que las empresas se autorregulen para cumplir con los principios medioambientales del Pacto Mundial. Pero la tríada anterior si puede trabajar en sincronía para mitigar el acelerado deterioro ecológico causado por la acción humana. Es decir, que la interdependencia entre individuos, Estados y empresas es la única posibilidad para tener logros verdaderos y sostenidos en el largo plazo.

Los críticos del Pacto Mundial pasan por alto las enormes dificultades y lo improbable de establecer mecanismos diferentes a éste. Es mucho más efectivo trabajar con las herramientas actuales, corregir lo que sea necesario y perseverar en el esfuerzo por cambiar los paradigmas de producción, consumo e interacción con el medio ambiente. Después de todo, no sería la primera vez que cambios paradigmáticos revolucionan las estructuras aparentemente monolíticas de las corporaciones multinacionales. Para dar un ejemplo análogo, podemos decir lograr que las empresas contribuyan genuinamente al desarrollo sostenible en este siglo XXI, será el equivalente a la abolición de la esclavitud del siglo XIX.

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